Desde hace ya unos años y más en este complejo 2020 marcado por la pandemia que sufrimos, la enseñanza online va conformándose como un recurso de entidad en la cotidianeidad del mundo académico. Con sus detractores y por supuesto seguidores, lo cierto es que últimamente todo va girando entorno a estas nuevas posibilidades de enseñanza.
Si bien podríamos preguntarnos si es mejor la enseñanza online que la presencial o viceversa, y entrar con ello en una relación de argumentos a favor y en contra de cada una de ellas, lo cierto es que quizás por encima de tales razonamientos esté la realidad de la «fusión» de ambas posibilidades como lo más óptimo.
Cierto es que si en el formato presencial están ya integrados desde hace mucho los medios tecnológicos, en el formato online gracias al desarrollo de plataformas específicas, se puede trabajar con el alumno casi de igual forma que si fuera presencial.
En este sentido y desde una perspectiva más estrictamente online el buen trabajo a realizar con el estudiante estará garantizado siempre y cuando se cuide y mime un aspecto fundamental que nunca debe quedar atrás: el trato empático y humano con el estudiante.
El estudiante debe sentirse acogido, debe lograrse que éste no sienta las clases como algo frío y distante, porque si ello ocurre el modelo online comenzará a perder terreno en este aspecto sobre el anterior.
En lo que nos ocupa, la enseñanza de técnicas de estudio, es fundamental si se utiliza la modalidad online que el estudiante se sienta acogido , que perciba los conocimientos que se le transmite como si estuviera realmente de forma física.
Ambas opciones son por tanto buenas, ambas tendrán como hemos comentado anteriormente sus detractores y seguidores, pero ambas deben compartir la esencia de sentirse el alumno integrado en la enseñanza que se le transmite, cercano al profesional que le enseña, sólo así la modalidad online valdrá tanto como la presencial.
