Todo estudiante que se precie y tome en serio sus estudios, es conocedor de la elevada importancia que adquiere la planificación en dicho proceso.
Sabe que si quiere realizar una adecuada planificación deberá tener presente un conjunto de variables que marcarán la misma: actividades o tareas que le manden, trabajos a entregar, fechas de exámenes, actividades extra académicas… además de combinar éstas con cuestiones de índole personal que pudieran tenerle más o menos ocupado en diferentes días.
En definitiva, toda una coordinación de condicionantes que debe llevar a buen puerto la misma, y que requiere del conocimiento y manejo de técnicas de planificación.
Sin embargo, a veces surge una amenaza, una circunstancia inesperada que hace que aun estando bien diseñada y estructurada, ésta se ve afectada por algo que la desestabiliza.
Si se da esta situación, el estudiante debe plantearse dos medidas al respecto, dado que «el control» de la planificación es muy importante en el estudio:
La primera, es la lógica de la reestructuración; analizar lo planificado y pensar cuáles serían las modificaciones a realizar siempre que las mismas sean factibles.
La segunda, (caso de que no se tenga posibilidades de reestructuración) es valorar la posibilidad de suprimir de forma pasajera alguna actividad extra académica. Si ello tampoco fuera posible, tendría que pasar a valorar en qué materias o asignaturas no puede permitirse fallar, y en cuáles es factible asumir un cierto grado de riesgo.
Todo en definitiva es saber estudiar con confianza y seguridad, saber manejar las circunstancias, y sobre todo dominar técnicas de estudio enseñadas por buenos profesionales.