Por todos es sabido que cualquier cuestión que emprendamos o realicemos en nuestro día a día requiere según de lo que se trate de un cierto grado de fuerza de voluntad.
Lógicamente hacer algo que nos resulte placentero o cómodo no supondrá ningún esfuerzo, será sólo hacerlo y punto, sin embargo todo lo contrario ocurrirá cuando tengamos que hacer cualquier otra cuestión que aun siendo bien para nosotros suponga un esfuerzo o sacrificio.
Esta realidad es perfectamente aplicable al estudio, todo estudio requiere de un cierto grado de esfuerzo, de voluntad, de saber ponerse delante de los libros o apuntes, y de no precisamente dejarse llevar por cuestiones distractoras tan presentes para muchos estudiantes como pensar en otras cosas, aburrirse, mirar el móvil, etc.
La distracción es una enemiga poderosa del estudio y contra tal gran enemigo sólo hay un camino, la fuerza de voluntad acompañada de técnicas de estudio que ayuden al estudiante a potenciar o facilitar su predisposición para estudiar.
Lo cierto es que es muy distinto estudiar con o sin ella; sin esta fuerza de voluntad la apatía se hace comúnmente muy presente en el tiempo de estudio, repercutiendo en el mismo de forma muy negativa y conllevando a resultados inferiores a los que se podría alcanzar si se dispusiera de un cierto grado de fuerza de voluntad. Sin embargo, si de dicha fuerza de voluntad se dispone, el estudiante es capaz de superar asignaturas más complejas, de obtener un buen rendimiento a su tiempo de estudio, de alcanzar con cierto grado de seguridad los objetivos que se propone, en definitiva de lograr muchas cosas.
Saber buscar la fuerza de voluntad necesaria para estudiar es clave; es por lo tanto necesario sacarle partido a esta variable tan trascendente. Ayudar al estudiante a ello en convocatorias de cursos debe ser un objetivo que ha de perseguir cualquier psicólogo especializado en técnicas de aprendizaje.
